Publicado: 31 de Agosto de 2017

¿QUE ENTENDEMOS POR VALIDAR A ALGUIEN?

Validar es aceptar y dar por valido aquello que otra persona siente. Para hacerlo no tenemos porque estar de acuerdo ni con su punto de vista ni con sus sentimientos.  Validar es poder empatizar y comprender lo que otro piensa y no por ello tener que simpatizar con él. No hay porque haber hecho lo mismo en su lugar.

En ocasiones criticamos, ridiculizamos o simplemente no damos importancia a lo que otro siente si no lo entendemos, si no es lógico para nosotros. El ser humano puede incluso dejar de dar sus puntos de vista ante las cosas que suceden a su alrededor o responder a ellas, solamente por no sentirse criticado y miedo a no ser aceptado.

Si nos remontamos a nuestra infancia vemos que ante el lloro del niño hay muchas formas de reaccionar, podemos ignorar sus lágrimas, podemos ridiculizarle por ellas, censurarle, podemos consentirle lo que pide por que llora….En realidad validar una emoción como he dicho antes no es estar de acuerdo con ella, es simplemente validarla como posible, respetarla, hacer saber a esa persona que es válido lo que siente, aunque no podamos compartirlo, pero darle el derecho a sentir lo que esa persona siente en ese momento y expresarlo. Otra cosa muy diferente es que la expresión emocional del otro, su tristeza, la fuerza de su expresión, vaya a hacer que cambiemos nuestra forma de actuar ante una situación si nosotros la vemos razonable.

Pongamos el ejemplo de un niño, discute con su hermano y al final llora por ello porque se siente dañado en la discusión. No le podemos permitir que por esa razón pegue a su hermano o rompa cosas, sin embargo si le debemos de consentir que viva su emoción, tiene derecho a sentirse dañado por lo que está pasando. Cuando un niño llora siempre tiene un motivo valido bajo su punto de vista, validarle y acompañarle en ese momento es hacerle sentir querido, aceptado y respetado, por esa razón se va sentir seguro, si esto es por la compra de una cajita de caramelos, es fácil que se quede sin ella, pero…el sentimiento que eso le provoca no le debe de reprimir. Casi seguro que si no es llorando como consigue la cajita de caramelos no lo vaya hacer muy  a menudo.

Las emociones y sentimientos existen para ser sentido y no reprimidos. No podemos pasar la vida disimulando emociones y reprimiéndolas por miedo a ser juzgados. Una socas es sentir y otra hacer. Porque yo tenga una emoción negativa provocada por la acción de otra persona, eso no me da derecho a pegarla o insultarla.

Si nosotros hubiéramos recibido esa seguridad y validación de niños no tendríamos que estar intentando ahora, controlar y gestionar todos esos pensamientos y respuestas automáticas que nos salen inconscientemente cada vez que conectamos con algo viejo. Si hubiéramos sido empoderados cuando teníamos una mala experiencia con otra persona en lugar de haber sido enjuiciados o instigados a hacer que el otro cambiara hacia nosotros, hoy tendríamos una autoestima mucho mayor. ¿Cómo podíamos haber conseguido esto? Habiendo sido ayudados a ver las cosas desde prismas diferentes, aquellos en los que el cambio propio o el ajeno, no hubiera sido la clave del éxito y si la forma en la que vivimos las experiencia.

Lo que más roba la seguridad de las personas es no poder mostrar lo que sienten o negarlo, no ser ellos mismos, por miedo a ser rechazados o no aceptados ni queridos.  Eso hace que juzguemos a los demás desde esa falta de seguridad que nos provocan sus juicios y nos resulte imposible no sentirnos enfadado, airados o enrabietados con ellos. Debemos de ser conscientes de que eso no es siempre por lo que hacen, es por lo que pensamos que hacen, por lo que atribuimos a lo que hacen , el juicio que emitimos de lo que hacen. Todas estas frases que con ese juicio pasan por nuestra cabeza es lo que realmente nos enfada.

Hay cuatro opciones de respuesta ante esta situación que nos puede ayudar.

1.      Observa lo que acontece sin emitir juicios.

2.      Expresa tus sentimientos de forma abierta y sin ningún tipo de tensión.

3.      Observa dentro de ti de donde vienen estos sentimientos. Por ejemplo: ¿Qué necesidad no satisfecha hay detrás de esos sentimientos?

4.      Pide lo que estas necesitando sin tapujos.

Juzgar a los demás, como ser juzgados, nos aleja y nos desconecta de nuestras necesidades no satisfechas de ser validados en el pasado y en el presente también,  que volverán a molestarnos.

1.      ¿Con qué conecto en ese momento?

2.      ¿Cuándo sentí por primera vez lo mismo que estoy sintiendo ahora?

3.      ¿Dónde y de quien aprendí a sentirme así y a comportarme así?

La mayoría de las veces todo esto viene de ahí, de la falta de validación. Lo aprendimos de mamá y de papá, de los abuelos o los cuidadores. Cuando los adultos se enfadaban con nosotros era porque nosotros habíamos hecho algo mal según su criterio y su juicio y por consiguiente era nuestra culpa hacerlos enfadar. Ese modo de ver al otro es lo que nos mantiene donde estamos. La creencia inconsciente de que eso es cierto y de que sigue siendo cierto no nos deja cambiar de visión y de actitud. No teníamos derecho a hacer lo que hacíamos, a desear lo que deseábamos  o nos sentíamos frustrados por no llegar o por expresar emociones negativas que no eran validadas por lo demás. Muchas veces no somos conscientes de ello pero nuestra emoción lo tiene todo en  registro y cuando vuelve a sentir algo parecido, salta la llama de nuevo. Cuando nos sentíamos solos, abandonados, juzgados, criticados, restados importancia, no tenidos en cuenta, no podíamos sentir lo que sentíamos ni expresarlo y ahora volvemos a reproducir ciertas sensaciones, que identificamos como peligros catastróficos. Hoy podemos pedir lo que en su día no nos dieron y necesitábamos, hoy somos adultos, tomamos decisiones y decidimos lo que está bien y lo que no.

Nadie tiene el poder de enfadarnos, lo hacemos solitos con lo que pensamos, lo que creemos, como valoramos la situación que estamos viviendo y en qué lugar nos posicionamos dentro de ella.